"Es posible que mañana muera, y en la tierra no quedará nadie que me haya comprendido por completo. Unos me considerarán peor y otros mejor de lo que soy. Algunos dirán que era una buena persona; otros, que era un canalla. Pero las dos opiniones serán igualmente equivocadas".
Mijaíl Lérmontov.
Yo te quiero, por si lo lees.
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'Entonces te das cuenta de que aquel caballero de brillante armadura que te
enamoró, no es más que sólo un idiota envuelto en papel de aluminio'. Sí
pues,...
SINTESIS DOLOROSA
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Contigo descubrí la profundidad del dolor
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Del corazón entripado
En un sinfín de sentimientos in...
MY CAT TALK!!!
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Mi abuelita siempre odió los gatos. En nuestro hogar dulce hogar siempre ha
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SOY FELIZ
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(Poema popular)
Soy feliz, feliz, ¡Feliz!
¡Tan feliz como una lombriz!
Soy feliz, feliz , como perro callejero que encontró su hueso...
¡Más feliz!
como ...
¡José María Arguedas también fue indígena!
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¿Quien fue José María Arguedas?
José María Arguedas fue un literato peruano que perteneció a la “Corriente
Indigenista” la cual, alcanzó su apogeo en 1958....
EL PROBLEMA DE MIS CIENES
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Vallejo no tiene nada que envidiarme, esta es la mas quemada.
Ando con mis manos Húmedas
Por la vereda siento el frío que congelan y queman mis huesos, mis...
Sabe uno cómo la miraba. Quizá mis ojos se asemejaban a ojazos de pulpo. Quizá mis parpados no oscilaban por temor a dejar de verla, segundos. Si los gritos de una enojada señora no retumbaban en mis oídos, probablemente hubiese seguido mirándola, a pesar de ya no encontrase allí.
Recuerdo que devolvió mi mirar con cierto recelo. Sabía quien era. Me había visto algunas veces, en el mismo lugar de siempre.
Yacía en su cuarto. Caminaba de un lado para el otro sin poder detener el paso. Escalofriante, totalmente fuera de sí. Hacía unos instantes se encontraba algo más que lúcido. Incluso sonreía lujurioso mientras leía un libro de Harold Robbins. Sin embargo, pronto le devinieron raros pensamientos que ,de vez en cuando lo atormentaban. Nunca había considerado a tales propósitos como posibles, siempre estaban ahí, a la deriva. Meditó. No había posiblidad. Era un tonto si seguía siendo partícipe de un juego en el cual no era el protagonista. "No hubiese cambiado" pensó. Y es que la insociabilidad, la represión, el estoicismo, no tienen comparación con el dolor,la desilución, la idiotez.
Era mejor estancarse, no había duda. Inventar; crear situaciones, contextos, estaba de más. ¿ Si la quería? Evidentemente. Nuestro ¿protagonista?, ¿antagonista? (espectador es la palabra). exteriorizaba sus pensamientos y quereres según sus instintos, no como "los normales". Las palabras eran su mejor vehículo, pero insuficientes para lo que deseaba. Entonces se adentró a un ignoto terreno. Al terreno de las caricias, las miradas, los gestos... Cuando los adoptó se acostumbro a ellos. Lamentablemente para él, sucumbieron con una inmediatez no insospechada. Tan solo era espejismo. No existía ni el más mínimo indicio de amor.
Detuvo el paso. Buscó por debajo de su cama unos discos antíquisimos y polvorientos. Seleccionó dos de ellos y los llevó hacia su tornamesa. Aquella que solo era utilizada en momentos como éste. La musicalidad era precisa y repetitiva. Su rostro señalaba la nada. Se encontraba frustrado, idiota; pero aún así seguía queriéndola.Cantaba : "Cuando acalle la melodía dejarás de ser mía".
El viento soplaba su cabello.Los ojos parpadeaban rara vez. Parecía inmutable. Sombría. No despegaba la mirada de aquella única ventana apenas abierta.Alcancé a mirarla por la otra mitad del cristal. Mantenía un sigilo sorprendente.Quizás era el único que la examinaba con cierto candor; los otros tan solo querían acercársele como fieras hambrientas. Un anciano que, increíblemente se encontraba en pie, fue el primero en abordarla . Al igual que la joven, no podía alcanzar la baranda del bus.Entonces se ayudó con el precario bastón. Éste, no se desprendió durante el recorrido.
A pesar de la joroba, el viejo intentó manterse firme. Para ello, deslizó su brazo izquierdo hacia el mango del asiento.Su mano yacía tembloroza; a veces se producía un roce con los dedos de la mujercita, pero a ella parecía no importarle. El contancto no era solo de manos ( o mejor dicho manitas) el viejo zorro se encontraba detrás de su presa. Y aunque apenas le hiciese cosquillas a "Glorita" como la llamaba silabeante -vaya uno a saber por qué- su alegría era inmensa. Sonreía apenas, pero sonreía. Era dificil precisar su edad. No solo poseía una inmensa y blanquecina barba. Su cabello también era blanco y desmedido. Por ratos daba la sensación de que no era un viejo común y corriente, sino más bien un loco harapiento. El hedor que desde hace rato impregnaba en el atestado colectivo, parecía desprender de él y, lo corroboraban en cierta forma los pasajeros del bus, quienes se tapaban las narices y hacían hórridos gestos.
Dejé de contemplarla por la ventana. Ahora mis ojos se fijaban en su perfil. Pude observar con claridad el revez de su nariz, tan pequeña como su silueta ; la mitad de sus labios, tan rosados como su exótica blusa. Era realmente hermosa. Mi paradero parecía ser ella. De pronto volteó. Quise creer que había percibido mi mirada, pero me equivoqué ; a los pocos segundos volvió a su posición.Rauda y ahora algo impaciente. Su nariz ya no era la misma, parecía rugoza. Me sorprendió su aquietud. Incluso abrió la ventana en su totalidad.
Pese a su incipiente cambio, aún no hacía nada para alejarse del viejo. Seguía frunciendo la nariz, como tratando de encontrar qué pestilencia era la que emanaba del bus . Decidió apartar los audifónos de sus oídos.Los guardó en su cartera y volteó. Se abrió paso en medio de un grupo de personas silenciosas. Era el viejo. Estaba tirado e inmovil. Nadie se acercó demasiado a él por el olor tan ahuyentador. Todos los miraban con las narices tapadas. Todos, menos ella, que pareció no importarle lo que sucedía. Ya casi bajaba del carro. Nuevamente la miré. Ella hizo lo mismo. Su mirada había cambiado por compleo. Me cautivo ya no tiernamente. Ahora había algo más. Un extraño erotismo. Me dirigí hacia el abuelo. Aún poseía esa sonrisa tan incierta. Tomé su bastón y le sonreí. Aún podía alcanzar a Glorita.