Silencio, voces y adioses

Posted: miércoles, 17 de diciembre de 2008 by Cristhian Zamudio Calla in
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Cuando uno reprime las palabras prolongadamente; la gente estiliza el comportamiento como timidez u otro estado anàlogo a éste. Algunos sienten compasión y otros no sienten nada...
No sé cuando ocurrió mi aislamiento voluntario del mundo externo; sólo recuerdo vagamente momentos pueriles en donde fui protagonista. Creo que no tuve amigos,aunque recuerdo a uno que decìa llamarse mi adlètere.No recuerdo su nombre, pero si una foto que apareciamos cuando niños..Ahora la foto ya no está, y él tampoco.
Cuando tengo la necesidad de hablar, hablo solo; podrìa decirse monolagantemente.
Si bien es cierto que el silencio es continuo y casi imprescindible, la nimia necesidad de hablar en público se hace insostenible y empiezo a hablar estupideces para estupidos.
Sin embargo todo cambió en una día; solìa ir muy seguido a una biblioteca; esa era la forma mas real de comunicarme con alguien sin escuchar el sonido de mis contradictorios comnaturales (incluido yo, desde luego).
Me encontraba sentado en un antiquísimo asiento y pude atisbar a lo lejos , la imagen de una mujer; la reconocí muy rapido. Siempre coincidiamos en el mismo espacio(colindante a mi) pero no cruzabamos palabras,sólo miradas.Pero ocurrió, pude oír su voz. Preguntó por mi nombre, yo atiné a decírselo secamente:
-Rusio,Rusio Pola.
Luego siguió hablandome con su lenta voz.
-¿ Por qué eres tan serio Rusio?.
pensé en los distintos adjetivos que había recibido. Me habían dicho: raro, nervioso, tímido... pero nadie me habia llamado :serio, a pesar de que es la característica que más resalta en mí. Probablemnte por recelo a que responda mal.
-Siempre he sido así-, le respondí con cierto rubor. No le pregunté su nombre. Solo quería que ella hablase, sin que yo lo haga, pero era casi imposible pensar que esto suceda.
No dijo nada, el silencio apareció nuevamente. Luego de una hora decidió marcharse. Sentì un estímulo extraño cuando pronunció suavemente mi nombre:
-A dios Ruusio...
Cuando llegué a mi casa, no pude dormir, quería patentar su voz.
Al día siguiente fui raudamente al mismo lugar, a la misma hora para verla, para escuchar el inolvidable tonito que desprendían de su boca ; pero ya no estaba, no la volvería a ver probablemente jamás, digo esto porque la belleza es momentanea. Se va cuando no quieres que se vaya; pero uno mismo también se va y auyenta a los demás... Yo me fui , o mejor dicho, permanecí en mi propio mundo, nunca salí y cuando quise hacerlo, sucumbí.

Remenbranza de un amor esquivo

Posted: jueves, 4 de diciembre de 2008 by Cristhian Zamudio Calla in
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Era un sábado, lo recuerdo muy bien. Primeros días de la pre. En la víspera, los muchachos del salón habían concertado jugar un partidito de fútbol. Por su cercanía a la AV. Arequipa, los exteriores del estadio nacional eran el lugar propicio.

A la salida de clases, en la TRILCE, caminamos hacia el colozo. Eramos aproximadamente ocho chicos y nos acompañaban dos mujeres más. Una de ellas, Casandra, era de estar muy cerca a mí. Cada vez que me veía sentado solo, me hacía compañía y me hablaba cosas anodinas. Nunca antes una chica se me había acercado tanto como ella. A pesar de que solo atinaba a responderle vagamente ella seguía interesándose en mí. No sé por qué se comportaba de esta manera si yo pasaba casi inadvertido por todos. Me equivoqué. Para mi compañera yo era algo más que aquel chico tímido, callado, perfil bajo.
Me gustaba su voz, era dulce, muy agradable al oído, pero no sentía nada más que eso. No era fea, en realidad ninguna mujer lo es (aunque suene a cliché).

Caminamos alrededor de un cuarto de hora. Cuando llegamos estadio, uno de los nuestros pidió rivalizar contra un equipo de seis jugadores que se encontraban sobre la loza deportiva. Ellos asintieron.
Apostaríamos. El equipo perdedor pagaría una nada reprochable suma de dinero. De los ocho que estábamos saldrían seis. Regimos -cuales niños- para conocer quiénes salían. Para mi suerte, me quedé en el campo.
Ese partido fue inolvidable, a pesar de que los adversarios eran altos y corpulentos me las ingeniaba para hacer bonitas jugadas. Huachas por ahí, huachas por allá. ¡Golazos! , uno de taquito, hasta ahora lo recuerdo; otro, descontando a rivales. Repentinamente escuché la voz de Casandra. Ella me alentaba, emitía vítores reconfortantes. Me ruboricé.

Ese partido lo ganamos .Todos me felicitaron con fervor, incluso los corpulentos rivales. Y claro, ella también. Estaba sudoroso, chaposo. Sin embargo Cassandra vino hacia mí muy lentamente y me dijo al oído: Jugaste muy bien. Luego me dio un beso en la mejilla.
Esa tarde caminamos los dos por la Av. Arequipa, riéndome como nunca antes, hablando con mayor fluidez, sintiéndome feliz de ser aquel que muy rara vez fui. De pronto sucedió. Me besó. Ya nos encontrábamos en el paradero. Yo le hacía compañía y cuando vio que su carro se acercaba se inclinó hacia mí con una velocidad extraña y me abrazo fuertemente y me besó. Nuestros labios se mantuvieron solo segundos. Quedé impávido. Esto sólo duró un instante. Un instante que hoy permanece en el recuerdo.

La post metamorfosis

Posted: jueves, 20 de noviembre de 2008 by Cristhian Zamudio Calla in
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Creí- en medio de ese particular acontecimiento- haber visto la metamorfosis de Gregorio Samsa. Su apariencia, aunque pequeña, me indujo a pensar que era él. No sé por qué relacioné al fenómeno con tal personaje, no lo sé. solo sé que fue lo primero que se me vino a la cabeza.

Aquel día llegué a casa cuando la noche estaba en su apogeo. Había estado en la universidad desde temprano tratando de estudiar y ya no podía reprimir el hambte más. Solo comí una hamburguesa.Ya en mi hogar, lo primero que hice fue ir raudo hacia la cocina a ver que había preparado mi madre. Destapé las ollas y quedé sorprendido porque estaban vacías, no había señal de algún tipo de comida. Luego pensé y decidí prepararme algo. Abrí el refrigerador y de lo que pude encontrar selecioné algunas cosas : papas, cebollas, carne picada, culantro (que con su permanencia en la refr se había vuelto amarillo) y no había más. Hice una mezcla imperfecta con estos ingredientes y el producto final no salió tan mal. Parecía lomo saltado .Busqué algunos panes que estaban por ahí escondidos, estaban duros, pero eso no importaba.


No me percaté de que en un lado de la mesa en la cual iba a cenar estaba adherida una cosa extraña que al primer atisbo se me hacía dificil descifrar . Me acerqué hacia tal fenómeno con una curiosidad infinita. Enmudecí cuando lo vi con mayor claridad. Al parecer era un insecto, un insecto de aspecto grotesco y a la ves admirable. Su tamaño era semejante al de una libélula,sus ojos eran horriblemente fijos y oscuros, sus alas eran largas y transparentes. Era en síntesis un insecto contigente. No pude desvíar mi mirada de la suya, quedamos inmutables los dos. Solos, en un silencio incomparable. De pronto me sobrevinieron necesidades raras. Tuve ganas de matarlo, pero luego ese posible acto se torno en repulsión.Me comenzó a doler la cabeza, mi barriga sonaba ya no de hambre, sino de otra cosa menos esa. Quería vomitar; pero no lo hice porque comenzó a desvanecerse ese extraño deseo. Segundos después el insecto, al que yo bautizé desde el primer momento con el nombre de Samsa, voló muy lentamente sobre su propio eje. Retrocedí con cierto temor. Luego volvió al mismo lugar.

Se me ocurrió fotografiarlo. El celular lo tenía en el bolsillo y aunque la camara de mi móvil no era tan buena, igual serviría de algo. Logré hacer la toma, pero cuando vi la imagen no apareció más que un ínfimo punto flavo sobre la pantalla de mi celular. Después de esto llegaron a casa mi mamá y mis tres pueriles hermanas. Mi madre fue a su cuarto, mientas que sus hijas decidieron quedarse en la cocina junto a mí. Aún no veían al insecto. Una de éstas, la más pequeña, se dio cuenta de que algo estaba en la mesa y gritó estrepitosamente. El estruendo se generalizó. Mis otras dos hermanas la imitaron. No soporté aquellos gritos y decidí refugiarme en mi cuarto, a cenar. No me importó el insecto, ni mis hermanas. No me importo nada. Solo saciar mi hambre.

El tiempo en el cual estuve en mi cubil no fue mayor a cinco minutos. Regresé a la cocina para dejar el plato y la tasa que utilizé, en su lugar. Al entrar a la cocina encontré a una de mis hermanas, la mayor de las tres, apunto de pisar con sus inmaculados zapatos al pobre animal que yacía tirado sobre el suelo. Yo atiné a decirle: !No lo mates! Es Gregorio Samsa... ¿ah?

Odio esa expresión.


Al día siguiente, mi hermana, la causante del óbito le contó lo sucedido a mi mamá. Por la descripción que hice yo del insecto ella dijo de que tal animal podría ser algoo sagrado que al parecer traía suerte, y que en su infacia, en la ciudad imperial del Cusco había visto algunos. Lamentó la muerte de aquel insecto ,mientras yo seguí pensando en la posibilidad de que fuese Gregorio Samsa.